Cualquiera que ve por primera vez el nacimiento de una jirafa, pues probablemente pensará que la madre es la más cruel del mundo animal. Apenas la
jirafa bebé sale del vientre materno, lo primero que trata de hacer es pararse sobre sus débiles patitas. Cuando lo logra, entonces
ocurre lo que uno menos espera. La madre patea hasta enviarlo al suelo, para
que se levante de nuevo. Si no lo hace, la madre insistirá hasta que lo logre.
Cuando la jirafa bebé finalmente logra
levantarse, la madre la envía otra vez al suelo. Pero no se trata de “abuso
infantil”, en absoluto. La madre sabe que la jirafa recién nacida necesita
fortalecer sus piernas lo antes posible para que pueda avanzar con el resto del
rebaño. No hacerlo equivale a convertirse en un suculento desayuno para los
hambrientos depredadores que abundan por los alrededores.
La conducta de la madre jirafa no es muy
diferente a la de nuestros padres cuando intentan prepararnos para la vida. Lo
que ellos quieren es equiparnos con principios y valores que nos permitirán no
sólo sobrevivir, sino también triunfar en una sociedad que se muestra cada vez
más complaciente con el mal.
En el momento nos resulta fastidioso que nos
impongan límites, pero la verdad es que, sin esos reglamentos, nuestro
desarrollo integral jamás se haría realidad. Ya sabes a qué me refiero. A nadie
le gusta que se le diga lo que tiene que hacer. Creemos que “nos la sabemos
todas”. Pero la realidad es que los adultos han vivido durante más tiempo. Ya
saben por experiencia que sin límites no hay desarrollo.
Durante años, cuando tuve menos edad, me costó
entender por qué mis padres exigían el cumplimiento de las reglas en nuestro
hogar. Ahora que yo mismo soy padre, lo entiendo perfectamente. Y doy gracias a
Dios porque mis padres fueron constantes en la aplicación de esas reglas.
Cuando tus padres te exijan obediencia, o
cuando te “empujen” para que salgas adelante, recuerda que la jirafa madre
patea a su bebé porque sabe que solo así podrá sobrevivir en un mundo hostil. Y
recuerda, una vez más: SIN LÍMITES NO HAY DESARROLLO.
Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque esto agrada al Señor. (Colosenses 3: 20).
Tomado de Matutina “Dímelo de Frente” - Por: Fernando
Zabala
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