“¡Este es mi día de suerte!”, exclama uno. “Me persigue la mala suerte”,
dice otro. “¿Cómo puedo mejorar mi suerte?”, pregunta un tercero.
Esta es la manera más usual como mucha gente entiende los sucesos de la
vida. Pasan sus días esperando “el golpe de suerte”. ¿Qué actitud
debería tener el joven cristiano?
Una antigua historia que relata Max Lucado nos
puede ayudar a responder esta pregunta.
Se cuenta que un anciano campesino tenía un
hermoso caballo. Mucha gente quería comprárselo, pero el hombre por nada del
mundo quería venderlo. Cierto día el caballo se escapó. Entonces los vecinos
visitaron al anciano.
-¿No es una señal de mala suerte que su caballo
se haya ido?
-Si es buena o mala suerte, no lo sé –respondió
el campesino-. Solo Dios lo sabe.
Días después el caballo regresó con una manada
de caballos salvajes. Entonces los vecinos lo visitaron de nuevo. Esta vez para
felicitarlo por su buena suerte.
-Si es buena o mala suerte, no lo sé –dijo-.
Solo Dios lo sabe.
Al poco tiempo de la llegada de los caballos,
el panorama cambió por completo: el hijo del campesino se cayó de uno de los
caballos y se fracturó una pierna. Nuevamente llegaron los vecinos, esta vez
para decirle que se habían equivocado al decir que tenía buena suerte.
-Si es buena o mala suerte, no lo sé. Solo Dios
lo sabe.
Semanas después estalló una guerra entre su
país y un país vecino. Se decretó que cada joven mayor de edad que estuviera
sano tenía que ser reclutado. El hijo del anciano fue excluido por tener una
pierna fracturada. Otra vez vinieron los vecinos.
-Si es buena o mala suerte, no lo sé. Solo Dios
lo sabe. (In the Eye Storm, En el ojo de la tormenta, pp. 144-147).
¿Tenía el anciano buena o mala suerte? La
respuesta del cristiano es: Ni la suerte ni el destino dirigen nuestra vida. No
hay que consultar el horóscopo ni a los adivinos porque ¡es Dios quien dirige
nuestras vidas! Su Palabra nos guía, su poder nos sostiene y Él está de nuestra
parte en las buenas y en las malas. ¿Qué más se puede pedir?
Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman. (Romanos 8: 28).
Tomado de Matutina “Dímelo de Frente” - Por:
Fernando Zabala
No hay comentarios:
Publicar un comentario