Hoy te traigo una reflexión en
base a las abejas, estas son un gran modelo a seguir ya que son conocidas por
su laboriosidad. Hacen un trabajo increíble y admirable, ya que lo hacen con
perseverancia, diligencia y una productividad que hasta al más indiferente le
asombra.
Las abejas viven aproximadamente
cincuenta días. Ellas vuelan todos los días de flor en flor y recolectan el
polen para transformarlo en miel, durante ese tiempo de vida que tienen
producen 25 gramos de miel. ¿Pueden imaginarse cuantas abejas se necesitan
trabajando para que llenen un frasco de miel? Se afirma que para producir medio
litro de miel, las abejas hacen 2.700.000 viajes de flor en flor, y recorren
8.000.000 kilómetros.
Pero junto a las abejas, vive
también el zángano, es el insecto macho que no produce miel, no trabaja, es un
símbolo del hombre haragán, que vive de los ajeno.
Que diferencia tan marcada entre
la abeja y el zángano, igual que en las personas.
Así como existen las personas
trabajadoras que luchan día a día para salir adelante, también existen los que
esperan que el resto lo haga por ellos.
La sociedad está dividida entre
los que empujan el carro y los que se suben en él, y creen que son más listos
que los que empujan.
Las personas que trabajan así
como las abejas van destilando miel como ellas, con sus buenas acciones y
endulzan la vida de los demás. Por otro lado los haraganes que se creen más
listos solo llevan una aparente vida tranquila y placentera pero en el fondo
ellos se sienten inútiles y fracasados.
El sabio Salomón dijo: “Dulce es
el sueño del trabajador”, pues verdaderamente es de mucha felicidad para el que
trabaja descansar tranquilo de noche y además al otro día levantarse y
disfrutar del día con un espíritu tranquilo y satisfecho. Cuan diferente sería este
mundo si no existieran los haraganes, los trabajadores estarían haciendo solo
lo bueno.
Recuerda que Dios siempre bendice
a los que son cumplidores de sus deberes y trabajan con responsabilidad. Si
ponemos día a día el hombre para trabajar con eficiencia, al final de las
faenas todos disfrutamos y gozamos de sus ricas bendiciones.
El trabajador por excelencia es
nuestro Dios y él nos asigna cada día actividades y tareas para realizar con
alegría y al mismo tiempo nos da las fuerzas, la energía y el estímulo que
necesitamos, para hacerlo con gusto, como un gran privilegio.
Esta reflexión debe hacernos recordar este proverbios “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos
y se sabio” Proverbios 6:6.
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