Si practicas algún deporte, quizás te has preguntado por qué los
jugadores de cada equipo parecen ver cosas diferentes. Donde un equipo vio
penalti, el otro vio una jugada limpia; donde unos ven un golpe intencional,
otros solo ven un tropezón accidental.
Los investigadores de la percepción humana han
encontrado una explicación muy sencilla: ellos dicen que, en última instancia,
cada uno ve lo que quiere ver. Si la jugada es muy «chiquita», cada jugador,
cada fanático, la juzgará de acuerdo a sus intereses. ¡Y con mucha más razón si
esa jugada decide el campeonato!
Las Escrituras expresan esa misma realidad en
nuestro texto de hoy: como piensas, así eres. Dicho de otra manera, no eres lo
que piensas ser, sino lo que piensas, eso eres.
Quizás no hay mejor ejemplo para ilustrar esta
realidad que la misión de los doce espías enviados por Moisés para inspeccionar
la tierra de Canaán con el objeto de conquistarla (ver Núm. 13). Cuando
regresaron, parecía que habían visto no una tierra, sino dos. Veamos.
- Los diez espías: «Vimos un pueblo de gigantes
y sus ciudades están fortificadas».
Caleb y Josué: «No importa que haya gigantes,
en el nombre de Dios podremos conquistarla».
- Los diez: «¡No podremos! Esa tierra se traga
a sus habitantes».
Josué y Caleb: «La tierra es buena, y el Señor
nos ayudará».
- Los diez: «Comparados con ellos, parecíamos
langostas».
Josué y Caleb: «Con Dios de nuestra parte, los
comeremos como pan».
¿Era la misma tierra? Sí, pero donde diez de
los doce espías vieron dificultades,
Josué y Caleb vieron posibilidades. Cada uno vio de acuerdo a la medida de fe que había en su corazón. Dios prometió que esa tierra sería del Pueblo. Los que no creyeron, nunca pudieron heredarla, y sus cuerpos fueron sepultados en el desierto. En cambio, Josué y Caleb creyeron y, por su fe en la promesa de Dios entraron en la tierra prometida.
Josué y Caleb vieron posibilidades. Cada uno vio de acuerdo a la medida de fe que había en su corazón. Dios prometió que esa tierra sería del Pueblo. Los que no creyeron, nunca pudieron heredarla, y sus cuerpos fueron sepultados en el desierto. En cambio, Josué y Caleb creyeron y, por su fe en la promesa de Dios entraron en la tierra prometida.
Ante ti está un día lleno de desafíos. Quizás
también hay «gigantes» que te están preparando una emboscada en el camino. Mi
consejo es que, al igual que Caleb y Josué, te apoyes en las promesas de Dios y
exclames a voz en cuello «Con Dios de mi parte, los comeré como pan».
Porque tal como piensa en su corazón, así es él. (Proverbios 23: 7).
Oración: Señor, ayúdame a creer que tus promesas para mi se cumplirán en este día.
Tomado de Matutina “Dímelo de Frente” - Por:
Fernando Zabala
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