Dado que ya conoces la parábola del hijo pródigo, te pregunto: ¿Por qué
crees que el muchacho se fue de la casa? ¿Simplemente para disfrutar de una
aventura, o quería algo más?
Una clave para saberlo está en el hecho de que
pidió su parte de la herencia. Si solo hubiera querido una aventura, ¿por qué
pidió todo? Los bienes de una herencia solían asignarse a los herederos
mientras el padre vivía, pero se repartían solamente después de la muerte del
padre. El hecho de que el muchacho ni siquiera quiso esperar hasta que su padre
muriera para pedir su parte de la herencia, hace pensar que lo que deseaba era
independencia.
Ya conocemos el relato: despilfarró los bienes
de su padre y llevó una vida desenfrenada (vers. 13). Pero en lugar de
libertad, lo que encontró fue esclavitud.
Entonces sucede un hecho interesante. El relato
dice que el joven «vuelve en sí»; es decir, «recapacita» (Luc. 15:17, NVI), y
decide regresar. ¿Qué lo motivaría a regresar? ¿El hambre? ¿Las comodidades de
su casa? No sé qué piensas tú, pero creo que la verdadera motivación para
regresar fue la seguridad de que las puertas de ese hogar siempre estarían
abiertas para él.
Y el relato dice que regresó. Y el padre corrió
a su encuentro, lo abrazó, lo besó y lo restituyó con honores al seno de la
familia. Y hubo celebración a lo grande: el hijo que estaba muerto había vuelto
a la vida; el hijo que estaba perdido, había sido encontrado (vers. 23,24).
¿Puede alguien, siquiera remotamente, imaginar
la alegría de nuestro Padre celestial cuando un hijo suyo extraviado se
arrepiente?
De manera que, si ahora mismo estás lejos de tu
Padre, este es un buen momento para regresar. Las puertas están abiertas ahora
mismo para ti. Y de una cosa puedes estar seguro: no habrá recriminación, ni
censuras. Al contrario, tu Padre te recibirá con los brazos abiertos. ¡Y en el
cielo habrá un fiestón! ¿Listo para celebrar?
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. (Lucas 15: 20).
Oración: “Gracias Padre Celestial, porque no pones condiciones para amarme ni para perdonarme”.
Tomado de Matutina Dímelo De Frente - Por:
Fernando Zabala
No hay comentarios:
Publicar un comentario