“Señor, ¿por qué permitiste que mi sueño se derrumbara en
forma tan miserable? ¿Por qué no me diste al menos una señal?” Quien así se
expresa es Claudia, una joven recién egresada de la carrera de Publicidad y
Relaciones Públicas de una universidad privada. Su sueño consistía en comprar un
apartamento tipo estudio para montar allí su agencia de publicidad. Pero ese
sueño se evaporó cuando colocó su dinero en manos de un estafador. No sabemos
qué respuesta le puede dar a Claudia. Pero podemos imaginar que es la misma que
quizás le daría a tantos otros: al joven que confió ciegamente en el amigo que
lo traicionó; a la muchacha que muy tarde descubrió las verdaderas intenciones
del don Juan que la enamoró. Esa respuesta es: “Tú nunca me lo consultaste”.
Decidimos
seguir adelante con nuestros propios proyectos sin consultar a Dios y, cuando
fracasamos, se lo echamos en cara: “Señor, ¿por qué permitiste que sucediera
esto?” Es muy sencillo: “Porque tú nunca me lo consultaste”.
Esta realidad
nos recuerda la experiencia del pueblo de Israel cuando fueron víctimas de los
truculentos gabaonitas. Dice la Biblia que cierto día se presentaron ante Josué
unos hombres que querían firmar una alianza con los israelitas. Alegaban
provenir de tierras muy lejanas (ver Jos. 9). Y para demostrarlo, mostraron sus
zapatos desgastados, sus ropas raídas y su pan mohoso. Había oído que Dios
destruiría a todas las naciones paganas que habitaban Palestina., y ellos no
querían ser destruidos.
Josué los
observó, les hizo algunas preguntas y, sin mucho protocolo, hizo pacto con
ellos. Tres días después los israelitas descubrieron que los gabaonitas ¡vivían
a la vuelta de la esquina! Los engañaron vilmente. Y todo porque no consultaron
a Dios (Jos. 9: 14).
Si ahora mismo
estás atravesando por alguna circunstancia que te está preocupando, oye esto: sea
grande o pequeño, tu problema también preocupa a Dios. Por lo tanto, ¿por qué
no llevarlo a él en oración? No pienses que importunas a Dios con tus
problemas. Nada de lo que te afecta es insignificante o pequeño para él. ¿No es
Él, acaso, tu Padre celestial?
Tomado de Matutina “Dímelo de
Frente”
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