Esta reflexión para jóvenes nos ayuda a ver las grande bendiciones que Dios nos da cada día y que nos volvemos ciegos ante ellas. Imagina a una persona que ha
pasado muchos años en prisión. ¿Qué piensas que será lo primero que hará al
obtener su libertad?
Hace poco leí de un hombre que lo primero que hizo
al salir de la cárcel fue disfrutar el placer de abrir puertas. Él contaba que
durante años, mientras estuvo en la cárcel, su vida giró alrededor de puertas
cerradas. Cada puerta cerrada le recordaba el triste hecho de que no tenía
libertad. Cuando una puerta se abría delante de él era porque otro la abría.
Pero apenas salió en libertad se tomó el tiempo para ir a lugares donde él
abría las puertas y las cerraba. Poco le importó que la gente se riera de él.
Lo que para otros era una acción ordinaria, para él era todo un privilegio.
Al
leer esta historia, no pude evitar pensar en la cantidad de «privilegios» que a
diario disfrutamos sin siquiera darnos cuenta. Entrar y salir con libertad,
decidir qué comer, qué ropas usar, qué libros leer, qué lugares visitar han
llegado a ser cosas tan comunes en nuestra vida, que ni siquiera las vemos como
privilegios o bendiciones, ¡pero lo son! Lo peor es que tampoco damos gracias
por ellas. Ese es el problema que resulta de «acostumbrarnos» a las bendiciones
de Dios.
Creo que algo parecido les ocurrió a los israelitas en el desierto. Durante años les «llovió» pan del cielo. ¿Puedes imaginar que el pan nos caiga del cielo? Listo para comer. ¡Y además, todos los días! Pero llegó el día cuando le dijeron a Moisés que estaban aburridos de ese pan (ver Núm. 11: 1-6). Se acostumbraron tanto a la bendición del cielo, que al final dejaron de verla como una bendición.
Creo que algo parecido les ocurrió a los israelitas en el desierto. Durante años les «llovió» pan del cielo. ¿Puedes imaginar que el pan nos caiga del cielo? Listo para comer. ¡Y además, todos los días! Pero llegó el día cuando le dijeron a Moisés que estaban aburridos de ese pan (ver Núm. 11: 1-6). Se acostumbraron tanto a la bendición del cielo, que al final dejaron de verla como una bendición.
¿Podrías
tú pensar en la infinidad de cosas que a diario puedes hacer porque así lo
deseas? ¿Verdad que son unas cuantas? ¿Puedes pensar en todas las cosas buenas
que recibes cada día de tus familiares, amigos, profesores, vecinos,
pastores...? Creo que haríamos bien en ser «un poquito» más agradecidos.
Oración:
“DIOS, DAME LA CAPACIDAD DE PERCIBIR TODO LO BUENO QUE HAY EN MI VIDA, Y DE SER
MÁS AGRADECIDO.”
Tomado
de Matinal “Dímelo de Frente” - Por: Fernando Zabala
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