En la matutina dímelo de frente, de los jóvenes encontramos un tema interesante acerca del valioso tesoro que es la palabra de Dios.
ME ALEGRARÉ EN EL CAMINO DE TUS MANDATOS, MÁS QUE EN TODAS LAS RIQUEZAS. (Salmo
119: 14).
No se lo digas a nadie, pero tengo un cofre de tesoros. De ese cofre extraigo
preciosas gema cada día. Tienen tanto valor que no lo cambio por ningún otro
tesoro terrenal. Ya sabes a qué me refiero, ¿no es así? En tu casa hay un cofre similar. ¡Es la Biblia! la palabra de Dios.
De todas esas gemas, algunas brillan más. Una de ella se encuentra en Isaías
41: 10: “No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios.
Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa”. ¡Nada
menos!
Resulta interesante saber que los grandes hombres y mujeres de la historia del
cristianismo también tuvieron su cofre de tesoros y, por supuesto, su gema
favorita: un versículo bíblico donde encontraron poder para enfrentar duros
desafíos, y para los momentos de aflicción.
Tomemos el caso de William Carey, el primer misionero a la India (1793) y quien
tradujo la Biblia completa, o porciones de ella, a unos 24 idiomas y dialectos.
Su texto favorito era: “Ensancha el espacio de tu carpa, y despliega las
cortinas de tu morada. ¡No te limites! Alarga tus cuerdas y refuerza tus
estacas” (Isa 54: 2, NVI). El de John Knox, el líder de la reforma protestante
en Escocia, era Juan 17: 3: “Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti,
el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste”. El de David
Livingstone, el legendario misionero al continente africano, Mateo 28: 20: “Yo
estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
¿El de Martín Lutero, el campeón de la Reforma protestante? “El justo por la fe
vivirá” (Rom. 1:17). ¿Y el de Elena G. de White? Según la escritora Dorothy
Watts, era Esther 4: 16: “Me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra
de la ley. ¡Y si perezco, que perezca!” (NVI).
¿Y cuál es tu versículo favorito? Pues esta es mi recomendación para ti:
Grábalo en tu memoria y aduéñate de su promesa, como si Dios hubiera dicho esas
palabras solo para ti. En los momentos de prueba o tristeza, esa promesa será
como música celestial a tus oídos.
Oración: ABRE MIS OJOS, SEÑOR, PARA VER LAS MARAVILLAS DE TU LEY (ver Salmo 119: 18).
“Matutina Dímelo de Frente” Por: Fernando Zabala
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