Este reflexión sobre el odio está muy interesante, aunque es difícil dejar de odiar es importante para tu bienestar.
¡Odiar a alguien —escribió Harry Emerson — es como quemar tu casa para matar al ratón que te está
molestando”. Y yo añadiría algo más: es como quemar la casa y que el ratoncito
se escape. En otras palabras, odiar no vale la pena. El precio es demasiado
elevado.
No voy a decirte ahora cuáles son las consecuencias que odiar a alguien puede ocasionar a tu salud. Esto ya lo has escuchado. Quiero más bien referirme a un efecto que Anthony de Mello ilustra muy bien en su libro La oración de la rana. Es el relato de un exprisionero de un campo de concentración nazi que visitó a un amigo que también había sufrido esa terrible experiencia.
— ¿Has logrado olvidar a esos nazis? — preguntó
a su amigo.
—Sí —contestó él.
—Yo en cambio no he podido olvidar. Sigo
odiándolos con todo mi corazón.
—En ese caso —le contestó su amigo— todavía
eres su prisionero.
¿Albergas odio en tu corazón hacia alguien?
¿Hacia algún amigo o amiga, por algo que esa persona hizo que todavía te causa
dolor cuando lo recuerdas? ¿O quizás hacia algún familiar? Pues acaso te
convendría elevar un ruego a Dios como el del Salmista, pidiéndole al Señor que
examine tu corazón para ver si hay en él algún odio o resentimiento hacia otra
persona (ver Sal. 139: 23, 24), y para que con su poder lo quite de ti. Porque
si hay algo que el relato del exprisionero nos enseña es que en el juego de la
vida, el que odia siempre resulta perdedor. No importa cuánto daño te haya
hecho esa persona o cuánto dolor te haya causado, si la odias, ella es el
carcelero y tú eres su prisionero.
Es verdad que todavía puedes sentir dolor por
lo que te hizo esa persona, pero como bien escribió Lewis Smedes, ese dolor no
va a sanar por sí mismo. La única manera de que sane es perdonando a quien te
hirió. Cuando eso hagas, estarás extirpando un tumor maligno de tu cuerpo. Y
mejor aun, «liberarás a un prisionero; solo que descubrirás que ese prisionero
eres tú mismo» ( Forgive and Forget. Healing the Hurts We Don’t Deserve
[Perdonar y olvidar: Para sanar las heridas que no nos merecemos], p. 133).
"Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. (Colosenses 3: 13).
Tomado Matutina “Dímelo de Frente”- Por:
Fernando Zabala
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