Si alguna vez te sentiste mal porque creíste ser el segundo violín por no sobresalir en el grupo del colegio o universidad, en el barrio, en la iglesia, en tu familia o ni en tu pequeño grupo de amigos, bueno creo que esta reflexión te ayudara.
En
el Nuevo Testamento, se menciona en cuatro ocasiones la lista de los apóstoles:
Mateo 10: 1-4, Marcos 3: 16-19, Lucas 6: 14-16 y Hechos 1: 13. Adivina quién se
nombra primero en cada una de ellas. ¡Por supuesto, a Pedro!
¿Y Andrés, su hermano? Bien, gracias.
¿Y Andrés, su hermano? Bien, gracias.
No tiene que haberle resultado fácil a Andrés ser el hermano
de Pedro. Imagino que Pedro era el que siempre llevaba la voz cantante algo así
como el director de la orquesta. Andrés equivalía a ser “el segundo violín”.
Pedro era tan popular, que a nadie se le habría ocurrido
decir: “Pedro, el hermano de Andrés”. Pero Andrés era, simplemente, “el hermano
de Pedro” (ver Juan 1: 40)
Este caso me recuerda mi propia experiencia. Cuando era
jovencito, en la escuela me conocían como “el hermano de Agustín”. Sucede que
Agustín, mi hermano mayor, era uno de los mejores estudiantes de toda la
institución. Era tan brillante que, una maestra incluso llegó a decirme que yo
no era “ni las pantuflas de mi hermano”. Por un tiempo esas palabras me
hirieron, pero después me consolé pensando que yo no era tan malo, ¡sino que mi
hermano era demasiado bueno!
¿Cómo manejó Andrés esa incómoda situación? Respondamos con
preguntas:
-¿Quién llevó a Pedro al Señor Jesús? Fue Andrés (ver Juan
1:40-42).
-Ante el desafío de alimentar a más de cinco mil personas,
¿quién le mencionó a Jesús que un niño tenía cinco panes y dos peces? Fue
Andrés (Juan 6: 1-13).
-Cuando unos griegos querían conocer a Jesús, ¿quién los
llevó a la presencia del Señor? Fue Andrés (Juan 12: 20-33).
¡Ahí está! Andrés no era muy brillante, ni sabía muchas
cosas, pero ¡lo poco que sabía lo hacía muy bien!
Y a ti, ¿cuántos talentos te ha dado Dios? Probablemente no
eres el mejor jugador del equipo. Tampoco eres el mejor solista del coro, ni el
más popular del barrio. Pero, ¿sabes qué? Para triunfar en esta vida no tienes
que ser el mejor. Basta con que seas útil. Tus talentos, pocos o muchos, ponlos
en las manos de Dios, y en el cielo comprobarás que la gloria no está en ser
grande, sino en ser útil, como lo fue Jesús.
Oración: PADRE CELESTIAL, QUE MI MAYOR GLORIA SEA VIVIR PARA
SERVIR Y SER ÚTIL.
El Hijo del Hombre no vino para que le sirvan, sino para servir. (Mateo 20: 28).
Matutina “Dímelo de Frente” Por: Fernando Zabala
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